Fueron y son parte importante de la filmografía mexicana. Sus presencias trascendieron por una u otra razón en la pantalla grande. Pueden gustar o no sus películas, pero tuvieron relevancia en su debido momento, e incluso algunas hasta la actualidad. Ahora que han partido, y como suele pasar con el ser humano cuando muere, es tiempo de valorar lo que hicieron en vida.

 

 

Xavier Robles (24 de junio)

El guionismo y el cine mexicano no se entenderían sin él. Tres de sus guiones están representados por tres películas fundamentales de la filmografía nacional: Las poquianchis (1976), Los motivos de Luz (1985) y Rojo amanecer (1989). Supo acoplarse además a los tiempos de transición que tuvo la industria cinematográfica para bien o para mal. Por ejemplo, se encargó de adaptar canciones de Los Tigres del Norte a libretos para títulos como La jaula de oro (1988), Tres veces mojado (1989) y La camioneta gris (1990). Exploró el cine infantil con Serafín (2001). Escribió sobre Ciudad de México y su vida nocturna en Las noches del Blanquita (1981), o la vida de barrio en el denominado “barrio bravo” con ¡Qué viva Tepito! (1981). Como director realizó el documental Ayotzinapa: Crónica de un crimen de Estado (2014).

Alfredo Gutiérrez ‘el Turco’ (25 de junio)

De rostro mal encachado, como si estuviera siempre de malas aunque interpretara personajes bonachones, este actor apareció en westerns setenteros como comisario, pistolero y ladrón. En la década de los ochenta figuró en películas de acción junto a los hermanos Almada y Sergio Goyri haciéndola de gatillero, traficante, jefe policiaco o papá de víctimas. Participó en películas de terror como El extraño hijo del sheriff (1986) y filmes kitsch como Intrépidos punks (1988). Para la década de los noventa y primeras dos décadas del siglo XXI continuó en el género de acción a través del videohome toda vez que se dejó de producir en celuloide.

Susana Dosamantes (2 de julio)

Fue el crush de la generación setentera en cuanto la vieron figurar en películas como Remolino de pasiones (1969) y Matrimonio y sexo (1970). Fue en 1970 cuando su nombre destacó como otra de las actrices mexicanas que apareció en filmes de Hollywood tras interpretar a María en Río Lobo, un western protagonizado por John Wayne y dirigido por Howard Hawks. Cinco años después, bajo la dirección de Carlos Enrique Taboada, participó en Más negro que la noche, un título del género de terror que es de culto en México. A finales de los ochenta interpretó a una vengadora de corte urbano en El placer de la venganza (1988) y a una dama extraterrestre en la incatalogable Keiko en Peligro (1989).

Marta Aura (8 de julio)

En la década de los setenta participó en cuatro películas distintivas de ese periodo: El águila descalza (1971), Cayó de la gloria el diablo (1972), Los cachorros (1973) y El lugar sin límites (1978). En la década de los ochenta apareció en dos películas de Felipe Cazals. Una de ellas fue Los motivos de luz (1985) como la licenciada Alférez. Otra fue Las inocentes (1986), un documento poco conocido de Cazals porque se hizo en formato para televisión, pero allí interpreta a la superiora del convento donde originalmente vivían las cuatro religiosas abusadas sexualmente en esta ficción. Su último trabajo fue Coraje (2022), película en la que tuvo la fortuna de ser dirigida por su hijo, Rubén Rojo Aura, y en la cual personifica a una actriz amenazada por la ceguera.

Meche Carreño (21 de julio)

Fue una de las actrices mexicanas que no tuvo reparo en desnudarse porque creía que el cuerpo era una extensión de la fuerza interpretativa en personajes femeninos rebeldes, incómodos y fuertes. El erotismo que transmitía en pantalla no era romántico ni sutil, sino agresivo. Provocaba el deseo pero al mismo tiempo infundía temor por el carácter de sus roles, y de su propia personalidad a cámara. En No hay cruces en el mar (1968), Damiana y los hombres (1967) y Los perros de Dios (1974) se pudieron notar esos rasgos. Pero también fue capaz de utilizar su físico y sensualidad para hacer denuncia con La inocente (1972), película en la que interpreta a una mujer con retraso mental que es abusada sexualmente a partir de su condición y queda embarazada. En El Noa Noa (1981) demostró la calidad de su capacidad actoral. Eso se aprecia con el final de la película y la línea que le pronuncia a Juan Gabriel cuando éste le anuncia que se va de Juárez. Fue una actriz completa pero infravalorada durante algún tiempo, tanto por el público como por la prensa. 

Adriana Roel (4 de agosto)

Una actriz que dejó como legado dos películas dignas de revisar por lo que tratan y el tiempo en que lo abordan. Precisamente ganó el Ariel por esos dos títulos. Con No quiero dormir sola (2012) nos acerca a la vejez femenina y los cuidados que requiere una anciana con problemas de alcoholismo.Tenía 78 años. Aceptó salir en traje de baño a esa edad, mandando así también un mensaje de aceptación al paso del tiempo reflejado en el cuerpo. Con Anacrusa (1979) nos da de porrazos como sociedad indiferente que somos hacia los desaparecidos y presos políticos en México. Roel da vida a una maestra universitaria y madre soltera que no comulga con reclamos estudiantiles y no simpatiza con manifestaciones o movimientos que claman por causas sociales. La perspectiva le cambia cuando su hija es levantada, desaparecida por una patrulla y asesinada. 

Manuel Ojeda (11 de agosto)

Interpretó personajes que fueron desde la transmisión de compasión hasta desprecio, pero todos ellos con una fuerte expresión que iba desde rangos delicados hasta duros. En películas como El apando (1976) y El infierno de todos tan temido (1981) dio cátedra sobre el estado mental que puede adquirir un hombre en su resistencia o concesión a la locura a partir del encierro. Otro título de valor en su carrera fue Matinée (1977), de Jaime Humberto Hermosillo. Y no solamente por la gran idea de asaltar la Basílica de Guadalupe, sino también por incluir a la homosexualidad en esa trama delictiva. Vaya, una forma de plantar cara a la moral católica mexicana de esos años. 

Anabel Gutiérrez (21 de agosto)

Con Muchachas de uniforme (1951) y Rostros olvidados (1952) fue nominada al Ariel juvenil de forma consecutiva. Pero fue tres años después cuando pudo ganar ese premio por su participación en Escuela de vagabundos junto a Pedro Infante. Se consolidó como una de las revelaciones de la década y se le auguró un buen futuro en el cine, no obstante su carrera cinematográfica se vio frenada en 1960 con Los resbalosos. Tuvieron que pasar 19 años para que en 1979 volviera a aparecer en pantalla grande con Discoteca es amor, de Sergio Véjar. Puede decirse que el registro cinematográfico de su nombre se albergó en la época de oro como una de las mejores actrices jóvenes de esa etapa. 

Cristóbal Jodorowsky (15 de septiembre)

Heredero de los conocimientos de su padre, tanto artísticos como psicomágicos, aceptó ser dirigido por él en dos películas: Santa sangre (1989) y La danza de la realidad (2013). Ambos títulos dividen opiniones entre devotos y detractores de Alejandro Jodorowsky por el cine que hizo, así como por sus postulados respecto al arte. Fue con Santa sangre con la cual Cristóbal se volvió un personaje de culto para sus fans. En el filme interpreta a un extraño asesino que presta sus brazos a su madre, líder de una rara secta religiosa, para cometer una serie de crímenes. Para sus seguidores de prácticas como el psicoteatro y la psicogenealogía es una especie de tesoro. 

Jorge Fons (22 de septiembre)

Uno de los grandes directores mexicanos. Deja una herencia fílmica de por lo menos tres obras fundamentales de la cinematografía nacional: Los albañiles (1976), Rojo amanecer (1989) y El callejón de los milagros (1995). Reinterpretar lo que fue la masacre estudiantil de 1968 desde el Interior de un departamento y transmitir el horror que fue la matanza en Tlatelolco sin ver nada del exterior, habla de alguien que tenía algo más que oficio. Y eso lo tenía Fons: un gran lector de las emociones en el ser humano a partir de sus contextos. Eso lo plasmó también en el western a través de Cinco mil dólares de recompensa (1974) con temas como la traición y la ambición. Se despidió de gran manera de la ciudad que retrató en los tres títulos mencionados al inicio. Y es que la noticia de su fallecimiento se dio justo cuando tembló fuerte en Ciudad de México. 

Héctor Bonilla (25 de noviembre)

Podemos recordarlo por su trabajo en cine, teatro y televisión. Lo tenemos bien grabado en la memoria por Rojo amanecer (1989), película que además produjo. También participó en Matineé (1977), película que protagonizó junto a Manuel Ojeda. Hombre de izquierdas y de constante cuestionamiento a la hipocresía moral que tenemos como mexicanos, Bonilla aceptó ser un ladrón homosexual que se traza como gran objetivo asaltar la Basílica de Guadalupe. Nada menor aparecer en un filme así considerando lo conservadora y homófoba que es la sociedad. Actor que consideraba atractiva y fundamental la contradicción humana como motivación, El cumpleaños del perro (1975) fue una película en la que escarbó el machismo nacional y el feminicidio. Interpreta a un marido que no quiere estar casado y está harto de su esposa, por lo que decide asesinarla para ser libre. Sin duda, una de sus grandes cualidades y noblezas es que actuó para todos los públicos. Para él ninguno merecía menos que el otro.

Alonso Echánove (30 de noviembre)

Uno de los pocos actores con la gracia de tener un rostro que sin gesticular podía interpretar a un bonachón o a un tipo miserable. Tampoco requería de movimiento corporal excesivo para hacerse notar. Supo hacer de la acción del personaje en escena su gran cualidad. Basta recordarlo en Principio y fin (1993), de Arturo Ripstein. Tiene un pequeño papel pero crucial como Cariñoso, el mecánico que viola a Mireya y detonante para que ella se introduzca en la prostitución. Ganó dos premios Ariel. Uno fue por Mentiras piadosas (1989), de Arturo Ripstein, película en que interpreta al marchante que abandona a su esposa para vivir un nuevo romance que no resulta por culpa del remordimiento. El otro fue por Modelo antiguo (1992), filme en que interpreta al chofer de una solterona conductora de astrología que quiere darle uso al coche de herencia familiar antes de morir.