Tristeza, estrés, enojo, desesperación. Miles de personas vieron derrumbado su estado de ánimo durante el periodo de confinamiento derivado por la pandemia. Desde el temor a contagiarse del virus al malestar causado por ver la torre de trastes sucios acumulados en la cocina, el panorama más alentador era dormir para olvidarse de todo. Pero allí estuvo la programación de Ruido Blanco para sacarlos a muchos de ese lapsus deprimente.

Varios llegaron por primera vez a este espacio cuyo sello distintivo es el rock en todas sus vertientes. Mediante distintos caminos, ya fuera por redes sociales o un mensaje de WhatsApp con la sugerencia de sintonizarlo, los nuevos descubrieron este universo con diversas voces y programas que tienen un objetivo en común: alegrar la vida del público a través de la música. 

 

Con la añoranza de conciertos y la incertidumbre por saber cómo será el reencuentro de las bandas con sus fans, los hogares de las locutoras y los locutores de Ruido Blanco se convirtieron en escenarios alternos para que la gente estuviera cerca de sus artistas. Y con “cerca” se precisa que así ha sido en el estricto sentido de la palabra.

Vicentico, Andrés Calamaro, Lino Nava, Pascual Reyes, Saúl Hernández, Cecilia Toussaint, Sergio Arau, Chetes, Chá, entre otros, atendieron el llamado de Olivia Luna para aproximarse a la gente en pandemia y compartir detalles acerca de su vida profesional, así como para contar anécdotas de todo tipo. Lo que bien pudieron ser entrevistas tradicionales, se transformaron en conversatorios que tuvieron un toque cálido al incluir la participación de los escuchas, quienes se sintieron abrazados (si cabe la metáfora) al oír saludos especiales o al intercambiar comentarios. Fueron caricias al alma en estos tiempos tan complejos.

Es aquí donde se resalta el liderazgo e inteligencia de Olivia Luna, creadora de Ruido Blanco. Con 25 años de experiencia en el periodismo musical, especialmente como locutora, supo guiar al gran equipo que tiene a su lado para hacer que el rock fuera algo más que un género en el año más crítico de nuestras vidas a nivel colectivo. Nastassia Villasana, Andrés Villela, Pollo Rock, Kamy Rock, Homero Ontiveros, Andii Move, Angélica Lasof, Alexis Castro, Margot y Edu hicieron un auténtico Dream Team de mucho corazón.

“Gracias a Ruido Blanco he conocido gente bien chida”. “Mañana tengo examen, mándenme su buena vibra”. “Hoy cumplo un aniversario de casado, ¿qué rola me sugieren para sorprender a mi esposa?”. “Me contagié del bicho, pero ya voy saliendo y quiero pedir una canción para celebrarlo con ustedes”. “¡Soy papá! Bienvenidas las recomendaciones de rolas para que mi bebé empiece a rockear”. Fueron publicaciones que se leyeron a lo largo de los últimos meses en el timeline “ruidoso”.

Se hizo así una comunidad. O mejor dicho, se amplió. Y es que Ruido Blanco tenía seis años de existencia cuando llegaron los “nuevos lunáticos” para sumarse a los devotos que desde 2014 encontraron una razón sonora para iniciar de buenas el día en sincronía con miles de rockeros.

Olivia Luna y Ruido Blanco cumplen siete años. Se escribe fácil, sin embargo, conlleva conocimiento del contexto que implica sostener un proyecto que otras mentes no se hubieran atrevido a emprender por menospreciar al rock y a su público. En este caso, un proyecto que jamás imaginó toparse con una pandemia en el camino de ascenso y a la que ha podido sortear con bellas situaciones inesperadas, tales como levantar a un deprimido de su cama, hacer sonreír a aquella persona que se había acostumbrado al lamento o poner a bailar al ser que veía en su cuerpo un estorbo para sentirse bien. ¡Felices y ruidosos sie7e!