Se volvió un fenómeno. De boca en boca, o por compartirse en redes sociales, Backdoor se convirtió en uno de los contenidos humorísticos mejor recibidos por el público que gusta de la comedia. Lo familiar y cercano de sus relatos fueron el gancho perfecto para conectar con la gente.

Un gran número de seguidores descubrieron por vez primera a sus talentos, experimentados actores y actrices con trayectoria en cine, teatro y televisión. Tal es el caso de Luz Aldán, quien se ha desempeñado en escenarios y sets desde hace más de una década.

 

En Spoiler conversamos con ella para hablar de la comedia, un género que atraviesa por un proceso de transformación debido a la naturaleza de cambios generacionales, así como por la aparición de más y nuevas alternativas de hacer contenidos. ¿Qué significa para ella ser parte de esa transición?

También hablamos sobre esa distancia que pone un sector del público y la prensa hacia la comedia que tiende a reproducirse en algunas series ante la proliferación de plataformas y parecen ser idénticas.

Entrevista con Luz Aldán, actriz

Luz, una carrera con mucha comedia en tu trabajo.

Sí, tengo 15 años de estar haciendo comedia y teatro musical. Es un género que ha sido muy generoso conmigo, le debo bastante.

¿Cómo ha sido para ti en estos 15 años acomodarte en teatro, series y películas? Ahora hay más opciones que antes.

La comedia es un género complicado porque es más difícil hacer reír que hacer llorar. Con la novedad de plataformas de streaming, pódcasts y las redes sociales, el público tiene más opciones de elegir la comedia de su agrado. Ya no se concentra en un solo nicho, tal como ocurría antes cuando estaba delimitada a un sector específico en cine o televisión abierta con propuestas más blancas o burdas, según el caso. Hoy día se está aprendiendo a consumir comedia en función del gusto de cada público, es decir, cada persona elige lo que quiere ver o escuchar. Nosotros, en cambio, tenemos más amplitud para crear a partir de la comedia que nos atrae.

En Backdoor, por ejemplo, la comedia no es el chiste por el chiste, sino que recurre a las situaciones para motivar el humor.

Algo que a mí me fascina hacer es humor negro. Y eso es justo el toque que tiene Backdoor. En ese espacio podemos ir desde los chistes más básicos hasta los más complejos con crítica social, crítica política y relatos de lo cotidiano. Actores, directores y escritores hemos acordado como equipo partir de la idea de ofrecer un contenido inteligente, sin miedo. La buena comedia no pretende ofender a nadie, sin embargo, la comedia ofende de alguna u otra manera porque se quiera o no, tarde o temprano, nos va a quedar el saco por un cierto tema. 

Muchos hemos puesto una barrera con la comedia mexicana en contenidos audiovisuales como series y películas. Da la impresión de que vemos lo mismo aunque no lo sea, en parte porque los repartos se repiten en producciones y las temáticas son similares. ¿A qué atribuyes el hecho de que un sector de público y crítica no se sientan atraídos por la comedia mexicana actual?

Me parece que tiene que ver con un aspecto generacional. Aprendimos a consumir cierto tipo de comedia. Estamos en una transición. La gente ha dejado de ver la comedia que únicamente se veía en televisión abierta y está descubriendo otras alternativas gracias a las plataformas, que a su vez le permiten conocer comedia de otras partes del mundo. El espectador está expandiendo sus horizontes, por ende se vuelve más selecto y exigente.

En ese sentido, hay de dos: o no encajas con las nuevas propuestas de comedia porque perteneces a una tradición muy arraigada, o te vuela la cabeza y te encanta lo novedoso. Ojo, al descubrir comedia extranjera se corre el riesgo de que te fascine y termine por no gustarte lo que se hace en México. Siento que en este país apenas nos estamos animando a hacer cosas nuevas, por lo que invitaría al público dar el beneficio de la duda para ver esos contenidos.

También he de decir que la comedia no es para todos. Lo digo porque no todo el tipo de comedia es para todas las personas. Me refiero específicamente a lo concerniente a la ofensa. Creo que si algo te ofende es porque no es una comedia hecha para ti. En contraste, otras personas se reirán de eso porque les da gracia ese humor. Me parece que estamos en el proceso de reaprender a ver comedia. 

En este proceso de crear, descubrir y consumir comedia, los autores y actores se enfrentan a la cultura de la cancelación y la lupa de lo políticamente correcto. ¿Qué tan complicado es construir desde la escritura hasta el diseño de un personaje?

Más que complicado es un gran aprendizaje. No estoy tan en contra de la cultura de cancelación pese a que me han cancelado. Me parece que el arte evoluciona y se va adaptando a las nuevas generaciones, a los cambios, porque de lo contrario se muere. Siento que la cancelación trae nuevos aires a la comedia.

La cancelación ha traído como reflexión que sí hay maneras diferentes de hacer comedia, que sí se puede hacer de forma inteligente, sin caer en lo burdo o lo vulgar. No se necesita ofender al otro nomás porque sí. Ya no es necesario. Ya no es chistoso reírse de alguien por su apariencia física porque es “gordito” o “chaparrita”. Ya debemos superar eso, estamos en otro plano. ¿Fue simpático en su momento? Sí, pero eso ya fue.

El humor negro, como es en mi caso, es muy complicado de hacer porque la linea es muy delgada entre lo políticamente correcto y lo políticamente incorrecto. La clave está en preocuparse por la sensibilidad propia y ajena para hacer comedia. Al hacer un chiste sobre una minoría o parte de la población vulnerable y logras que esa minoría se ría, ahí estás haciendo buena comedia. Si logras que ese objetivo del que haces un chiste pueda reírse de sí mismo sin sentirse ofendido, algo estás haciendo bien. Hay que tener sensibilidad para hacer humor negro.

Urge romper paradigmas de antaño, quitarnos la pereza de crear a partir de la actualidad que vivimos y tener sensibilidad para ubicar el contexto del chiste o gag que se quiere llevar a cabo. No se trata de meras ocurrencias y ofensas. Se tiene que pensar.

A mi entender, el público no es tonto. Hay una comedia con la que prefiere guardar distancia, pero a la postre termina alejándose por completo de toda la comedia. ¿Cómo detectar que se le ofrece algo que no le está gustando y evitar esa aversión al género?

Coincido, tonto no es. Ahora más que nunca cierto tipo de comedia ha perdido fuerza. No sabes si los medios se encargaron de imponer al público el consumo de esa comedia, o si la gente pedía ese tipo de comedia. Es un círculo vicioso en el que no se sabe quién maleducó a quién. La cuestión aquí es que las personas se acostumbraron al chiste burdo o fácil.

Nosotros como creadores de contenido debemos asumir la responsabilidad de reeducar al espectador para que conozca y consuma las diversas opciones de comedia que existen hoy día. Por ejemplo, los estereotipos y arquetipos con que crecimos. Si antes te ponían a una mujer rubia, con cuerpo escultural y en tacones, no tiene nada de malo que ese papel lo haga una mujer morena, gordita y en tenis. Las protagonistas también son así, podemos ser así.

En el caso de nosotras las mujeres existe la idea de que antes no había muchas comediantes buenas. Se ha creído que teníamos pocas. Sin embargo, no se habla de que sí las había pero no se les daba oportunidad. Ponían al hombre como eje central de la historia o sketch y la mujer era satelital, es decir, un personaje para rebotar los chistes. Menciono esto porque un grueso del público se educó a ver contenidos sin mujeres como protagonistas de comedias en sus distintos tonos. 

A veces se nos olvida que muchos comediantes son actrices y actores, por ende, pueden desenvolverse en otros géneros. Lo hacen, pero no les prestamos atención. Hablo en plural porque eso involucra a la prensa.

Los actores que hacemos comedia podemos hacer cualquier otro género. Hay actores que son muy buenos haciendo distintos géneros. Tan solo en Backdoor tenemos a Verónica Bravo, una actriz de primera calidad que puede hacer una obra de teatro sin comedia a un melodrama. Alfonso Borbolla hizo un personaje nada cómico como lo es The Pillow Man. Tato Alexander terminó temporada con Cuando la lluvia deje de caer. Yo estoy haciendo Los humanos, una comedia negra en la cual mi personaje es el que menos comedia tiene en escena. Memo Villegas hizo un drama como Incendios. 

Pasa que se nos encasilla. Si nos salimos de ese rango por el que nos conocen, nos pierden la pista. No sé si es por falta de interés o incredulidad al trabajo dramático de un comediante, pero es verdad que a veces no nos voltean a ver. 

Otro de tus fuertes es el teatro musical, al que le va bien en nuestro país. Hay un público considerable que disfruta de este género.

Sí, los mexicanos somos muy musicaleros. A la gente extranjera que hace teatro musical le gusta hacerlo aquí en México porque les fascina el toque latino que le ponemos a las obras y las historias. Por su parte, al público le encanta la forma especial en que aquí adaptamos varias piezas musicales. Como actores también nos permite explorar nuestra corporalidad y el canto. Nos saca de nuestro confort porque no es fácil subir a un escenario y moverte, cantar e interpretar. 

Actualmente te hemos visto en la serie Supertitlán, en Backdoor, pero ¿qué más andas haciendo?

Formo parte del reparto de Los humanos, obra que se presenta en el Foro Shakespeare y de la que ya se hizo película. Es un trabajo bajo la dirección de Diego del Río. Me he sentido muy bien. Es una experiencia que confronta por los temas que aborda, tales como la vejez, el miedo. 

También estoy con mi pódcast en Spotify que se llama Las misterias. Es un contenido en el que hablamos de misterios sin resolver con un toque de cotorreo. Con el humor que nos caracteriza a cada una, nos ponemos a chacotear sobre casos que quedaron abiertos y nunca se supo qué pasó al final.