Michelle Rodríguez es una actriz completa. Reconocida por su talento en la comedia y el teatro musical, su capacidad histriónica trasciende también al melodrama y otros géneros. En un escenario teatral o frente a una cámara de cine o televisión, se desenvuelve con compromiso en los personajes que interpreta. No obstante, su vocación interpretativa no es lo único que le interesa como mujer creativa. En la creación y desarrollo de historias ha encontrado otro nicho de exploración y reto. Un ejemplo de ello es La flor más bella, nuevo lanzamiento de Netflix.

Esta serie se basa en su vida, o mejor dicho en su adolescencia como una chica originaria de Xochimilco, una de las alcaldías de Ciudad de México. El título del contenido hace alusión a un tradicional concurso juvenil femenil de la demarcación que representa, pero la serie no se enfoca únicamente en ese tema. 

 

Si bien aborda un pasado basado en la etapa adolescente de Michelle Rodríguez, la serie plantea temáticas concernientes a la juventud actual. Y eso es algo de sumo valor para la creación de esta historia. Que sean los jóvenes sus protagonistas, teniendo como sitio de la trama a una demarcación pocas veces retratada en producciones audiovisuales, esa vital para la propia Michelle.

En Spoiler platicamos con ella acerca de las motivaciones que hubo detrás de La flor más bella, así como de la identidad y el sentido de pertenencia que tiene con Xochimilco como un lugar que denomina “mágico”. 

Entrevista con Michelle Rodríguez, creadora de La flor más bella

En esta serie de corte autobiográfico para ti, un elemento indispensable es Xochimilco. En este sentido, Ciudad de México también nos ofrece historias así surgidas de su propia realidad.

Cuando me hicieron la propuesta para contar la historia de mi vida, lo primero que hice fue platicar dónde y cómo crecí. Eso les maravilló. A partir de ahí decidimos hacer de Xochimilco un personaje más de esta serie. 

Creo que mostrar a una joven que desea comerse al mundo y proviene de una realidad distinta a la vorágine de la ciudad, me parece brutalmente hermoso para mostrar al mundo. Si algo nos identifica a los mexicanos hacia el exterior es nuestra cultura, nuestras tradiciones. Que la protagonista quiera ser quien es presumiendo su lugar de origen, me resultaba algo importante de transmitir.

Es un Xochimilco de colores, un Xochimilco que va más allá de la borrachera y el cotorreo en las trajineras. Gran parte de lo que soy actualmente tiene que ver con el Xochimilco en que crecí, justo el Xochimilco que mostramos. 

Xochimilco es un lugar que tiene su propia cosmogonía, una identidad. Como dices, va más allá de las trajineras.

En la serie, por ejemplo, aparecen dos ajolotes, que son especies endémicas. A veces se nos olvida lo maravilloso que puede ser nuestra alcaldía. nuestra ciudad, o nuestra colonia. En la medida que aprendamos a valorar nuestros entornos también reconoceremos quiénes somos. 

Respecto a La flor más bella, el origen del nombre tiene que ver con el concurso típico de Xochimilco que se lleva a cabo desde hace 200 años, el de la flor más bella del ejido. Este concurso actualmente se ha convertido en un foro de expresión para las mujeres jóvenes de la comunidad. Por eso creo que si esta serie funciona para que una joven agarre un micrófono y se exprese ante su pueblo, o ante su comunidad, sea o no Xochimilco, es una buena oportunidad de escuchar a nuestras mujeres.

Además Xochimilco tiene la particularidad de ser todavía pueblo, es decir, conserva y preserva espacios no urbanizados. Eso también forma parte de la identidad que caracteriza al universo de Michelle (Esmeralda Soto).

¡Sí! ¡Un pueblo tradicional! Hay una identidad especial incluso con la lengua porque actualmente hay muchas niñas que todavía hablan náhuatl. Estas niñas se sienten comprometidas con la tradición oral. También hay niñas que aprenden a bordar sus trajes y ataderas porque desde pequeñas absorben una educación social que les muestra la importancia de un evento como la flor más bella del ejido. No se trata de un concurso para mostrar la belleza física de una mujer joven, sino su compromiso con una comunidad. 

Al tomar un micrófono y dar un discurso, la ganadora manifiesta cuál es su visión de vida y eso permite saber cómo está la juventud femenina. Pronunciar esas palabras con un atuendo representativo y originario significa una comunión con la identidad, con el origen y la tradición de miles de mujeres que le han dado valor al arte del bordado desde mucho tiempo atrás.

No estamos acostumbrados a reconocer quiénes somos. Se nos dice quiénes debemos ser, pero en cuanto empezamos a identificar cómo somos, quiénes vienen detrás de nosotros y cuál es nuestra cultura, nos hacemos infinitamente ricos. Las diferencias son las que nos hacen ricos. Me pone feliz mostrar que en la ciudad tenemos esas tradiciones. 

Con La flor más bella llega un contenido que altera el orden de lo establecido para bien. Me refiero a la ruptura de esquemas sobre estereotipos femeninos, en este caso con una trama de corte juvenil.  

De entrada, no debería existir ese esquema, esos estereotipos. Soy una mujer que como niña creció en Xochimilco y vio la televisión de los noventa. Nunca me vi representada en esa televisión noventera, nunca vi una mujer como yo. Eso me hizo creer que yo no podía ser parte de esta industria.

Me siento contenta de que me toque abrir esas puertas, de ser inspiración para niñas y poder contar una narrativa que se enfoca en el hecho de ser, de existir, no del cómo te ves. No estamos cuestionando a nadie en su apariencia y sí estamos proponiendo a una protagonista que puede ser cualquiera de nosotros en función de su naturaleza, de su personalidad, no de su imagen. Michelle nos invita a ser quienes somos y comernos el mundo.

Desde siempre a los jóvenes se les ve y se les trata como estorbos. Se les maltrata en todos los sentidos, desde menospreciarlo por sus gustos musicales hasta por la elección de carrera. En la actualidad es más visible esa situación. La serie ofrece una visión distinta que dignifica a esa edad adolescente y juvenil.

Es la serie que a mí me hubiera gustado ver cuando era chiquita. En La flor más bella vemos a jóvenes con poder de decisión. Eso es algo que muchos no nos lo enseñaron. Nadie nos enseñó a confiar en nosotros y decir “sí puedo”, “lo voy a intentar”. Por el contrario, pertenecemos a una cultura que nos ha inculcado a agachar la cabeza y a no reconocer nuestros logros, como si estuviera mal validar los buenos resultados de nuestros esfuerzos. Y si alguien lo hace, lo tratamos mal.

¿Qué pasa cuando somos capaces de reconocer nuestros logros? Ganamos confianza, nos sentimos mejor y se genera amor propio. Durante el rodaje descubrí que los actores jóvenes no solamente están ávidos de ver este tipo de historias, sino también de contarlas. La sensibilidad que poseen las actrices y los actores del reparto es maravillosa, admirable. Fueron ellos quienes desde un principio propusieron que sus personajes fueran vulnerables, no estereotípicos. Que estos jóvenes hayan puesto sobre la mesa reflexiones acerca de lo que sufren, se cuestionan y confunde a gente de su edad, me motiva a pensar que tendremos un futuro más empático. Y es la empatía lo que mucho nos hace falta. 

Michelle, no solamente eres la base de este proyecto, sino que también eres una actriz con una profunda sensibilidad para entender a la sociedad. Y eso se nota en tu trabajo actoral. En Te llevo conmigo das muestra de ello con un pequeño gran detalle: Tu personaje abandona su intento por cruzar al otro lado debido a cansancio y agotamiento. Nos mostraste un factor que sufren o pueden padecer las mujeres migrantes por su físico, su salud o su organismo. Lees muy bien las complejidades de las historias en que participas.

Eso va haciendo que la vida sea tan maravillosa. Hubo una época en que descubrí que me fascinaba vivir, en que me maravillaba la vida. Pero después me di cuenta que las oportunidades no eran las mismas para todos, sin embargo yo quería caber. Fue así que comencé a fijarme en las pequeñas cosas, en cuestionarme cómo ser un eje de cambio. Lo hice para sobrevivir, para sentirme bien conmigo misma. Esas oportunidades había que buscarlas. 

Empecé a hacerlo desde donde sé, el amor. Eso fue lo que me enseñaron en casa. Si eso implicaba tener más trabajo, adelante. Si eso lograba abrir una puerta, adelante. Ahora veo que esa labor y ese esfuerzo han valido la pena. Sigo sin creer que una serie basada en mi vida sea del interés del público. Ahora bien, si La flor más bella genera que una chica o un chico se sienta bien y se anime a intentar algo que le entusiasme, me vuelvo loca de la felicidad. 

Si nos tomamos tiempo de observar y escuchar otras realidades, notaremos que hay situaciones complejas con las cuales nos sentimos identificados. Lo importante no es quedarse inmóvil o ser indiferente, sino pensar una manera de contribuir a un cambio.

La flor más bella además muestra que en la Ciudad de México existen otras zonas para contar historias, no las mismas de siempre. 

Donde aparte pueden existir historias así con gente así. Nos compramos tanto la idea del deber ser y olvidamos lo que somos. Crecí en una época en la cual la televisión nos dictó cómo tenía que ser la mujer y cuáles eran las historias que debían contarse con ese perfil. Por suerte, la vida me enseñó que no es así y que personas como yo también podemos contar historias, que también somos historias.

Por otra parte, Xochimilco es una de las alcaldías en Ciudad de México que se sostienen en sus tradiciones y en el trabajo con la tierra. Pero pasa que se les concibe o trata como si estuvieran marginadas, como si tuvieran una especie de atraso. No se les da el valor que merecen. Xochimilco, por ejemplo, durante la pandemia abasteció a muchos restaurantes gracias a que la chinampa sacó todo el producto de hortalizas y se continuó trabajando la tierra. Es cuestión de detenerse a apreciar los pequeños detalles para darse cuenta de lo maravillosa que puede ser una zona de la ciudad que quizá no es percibida como estrechamente urbana.